Descubrí que al desactivar la mitad de las novedades del Samsung Galaxy S25, lo disfruté mucho más

Cuando Samsung presentó su nuevo Galaxy S25, la promesa era clara: un auténtico compañero inteligente, listo para entendernos y facilitarnos la vida. Realidad aumentada, traducción en tiempo real, y una cámara que anticipa nuestras necesidades. La visión sonaba increíble y yo caí de lleno en la trampa del futuro tecnológico.

Los primeros días con el S25 fueron pura magia. Imagínate un fin de semana en la costa; capturé una imagen impresionante de un faro, pero había un turista que arruinaba el momento. En lugar de recurrir a Photoshop como siempre hacía, toqué el botón de «Generar» y, ¡voilà! El intruso desapareció en segundos. Fue rápido y fácil.

La magia se desvaneció

Sin embargo, no todo fue color de rosa. A partir del cuarto día empecé a notar algo extraño: los consejos y sugerencias comenzaron a invadirme. Era como si mi propio teléfono estuviera decidido a meterme en conversaciones que no quería tener. Y lo peor es que mis lecturas se volvieron superficiales; confié demasiado en sus resúmenes y me perdí información clave.

Un cambio necesario

Así que tomé una decisión radical: empecé a desactivar todas esas funciones que solo complicaban mi experiencia. No quería transformar mi S25 en un ladrillo digital; simplemente deseaba recuperar el control sobre él. Al abrir los ajustes, me sorprendió lo fácil que fue silenciar esa inteligencia invasiva.

Al final del día, descubrí que podía seguir disfrutando de su potente cámara y su pantalla espectacular sin todo ese ruido innecesario. Aprendí a quererlo nuevamente al enseñarle algunas modales; mantuve las funciones útiles pero desactivé las molestas. Ahora lo uso con mayor calma y satisfacción.